15 de marzo
Día Mundial del Consumidor
POR J. M. GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ / UNO CONTENIDOS
En 1962, John Kennedy, con esa habitual destreza en los momentos donde, su poder discursivo, tomaba el cariz de la palabra hecha ideología patriótica de una nación, dijo en el Congreso de los Estados Unidos: "Ser consumidor, por definición nos incluye a todos ( ) Somos el grupo económico más grande en el mercado, que afecta y es afectado por casi todas las decisiones económicas públicas y privadas... pero es el único grupo importante cuyos puntos de vista a menudo no son escuchados".
Esa Carta de Derechos acaparaba una prerrogativa elemental del ser humano,
que se transparentaba sobre la sociedad como una pura manifestación
de la libertad. Recogía este decreto "el derecho a la seguridad,
a la información, a la elección entre una variedad de productos
y servicios a precios competitivos y a ser escuchados por el gobierno en la
formulación de políticas de consumo". Momentáneamente,
se añadieron otros derechos que comprendían "la reparación,
la educación del consumidor, la satisfacción de las necesidades
básicas y la preocupación por un medio ambiente saludable y
sustentable".
La realidad de una nueva economía
Es incuestionable que en una libre economía de mercado, el individuo
ha de poseer una formación sustancial a la hora de ejercer sus derechos
como consumidor. De ahí que el establecimiento de unas pautas legislativas
que defiendan este concepto, sea un eslabón esencial en la frágil
cadena que compone la formación de un estado desarrollado.
Aquella definición honesta de la libertad que Kennedy instauró en el seno de una sociedad avanzada, recogía como punto de partida germinal el "derecho a la educación del consumidor". Esto significaba hacer hincapié en la formación de los consumidores; el motivo que lo sustentaba era, simplemente, el de no ser engañados. Para qué mayores palabras cuando la economía mundial, esa constante pugna de las sociedades aventajadas, avanzaba como un monstruo de siete cabezas arrasando sistemáticamente los cimientos de la moderación social.
Por razones obvias, la historia de la economía mundial ha sido el propio detonante de la creación de los derechos humanos. Para solventar semejante caos casi institucional, determinados líderes y expertos en salud pública, auténticos gurus del S. XX, tuvieron que instaurar novedosas realidades sociales que solventaran, de algún modo, semejante cúmulo de despropósitos afincados en un capitalismo intempestivo y radical.
Al consumidor, indefenso ante tal avalancha de intereses mercantiles, no le quedaba otra opción que usar la única arma que le permitiría enfrentarse a este efecto contranatural de la economía: el conocimiento necesario que lo formaba para iniciar "acciones" legales -debidamente asesoradas y respaldadas por entidades oficiales- contra aquellos elementos que perjudicaran sus derechos no ya como consumidor, sino como ser humano.
La economía imperante es una corriente abrupta de propósitos mercantiles, a veces un auténtico desbarajuste comercial de cambios y contrastes, que en muchas ocasiones sólo confunden al comprador. ¿Quién no se ha sentido ofuscado, en alguna ocasión, ante el laborioso plantel de precios, ofertas, garantías, nulas reparaciones, defectos del producto no reconocidos o supuestos beneficios a largo plazo de las casas comerciales?
Esto ratifica unas líneas extraídas de uno de los numerosos documentos creados con motivo del día 15 de Marzo: aquí se recoge que es necesaria la información y educación del consumidor para que éste posea "un papel relevante que le cabe en una economía de mercado: en el proceso de compra para una mejor distinción entre las necesidades reales y las ficticias creadas por la sociedad de consumo desenfrenada. Por lo tanto, la realización de un análisis permanente del papel del consumidor con respecto a las relaciones de consumo es pues, un proceso diario para el mejoramiento de la calidad de vida del ciudadano".
La creación de entidades que defienden los derechos del consumidor, que informan y asesoran sobre los distintos cauces que hacen valer sus intereses, ha sido un verdadero hito histórico en el ascenso de una sociedad civilizada. Su razón principal estriba en la posibilidad de que el consumidor establezca sus compras a partir de un criterio racional de lo que hace, que sean "capaces de realizar elecciones informadas y conscientes de sus derechos y responsabilidades".
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